1) Si eres pobre: ¡Alégrate
de corazón! Ha nacido un Niño pobre en un portal, frágil y débil,
envuelto en pobres pañales, recostado sobre pajas en un pesebre. Prepara
tus caminos y también la Navidad, con el alma limpia y con ganas de
paz.
2) Si eres joven: ¡Corre
a su encuentro! Ha venido para salvarnos. No podemos quedarnos pasivos y
de brazos cruzados. El está siempre muy cerca. Ha salido agua en el
desierto y todo está verde como una pradera. Entra en tu interior y
cambia tu vida vacilante y rutinaria por una entrega gozosa y alegre. No
te canses y saca fuerzas para caminar al encuentro del Señor.
3) Si eres adulto: ¡Lucha
por altos ideales! Estamos en el punto central de la esperanza
cristiana que nos da el sentido de la Historia inaugurada por el
nacimiento de Cristo. No debe cogernos de sorpresa como ocurrió a los
judíos hace 20 siglos. Si viene Cristo, el reino que Él predicaba
aparecerá ante nosotros con fuerza y empezará a hacerse realidad
creciendo cada día hasta llenarlo todo para llegar a la plenitud.
4) Si eres anciano: ¡Recoge
el consejo de los años! Nuestra vida actual con Cristo es una marcha en
la noche de la cual vamos haciendo la meta final que se abre con una
aurora de eternidad. Jesús ha prometido a sus discípulos volver para
instaurar el reino triunfal y definitivo de su Padre. El Adviento es una
anticipación de ese último día. Siempre puede ser Navidad.
5) Si eres religioso o religiosa: ¡Él
es el Esposo! Lo decimos, lo cantamos, lo rezamos, lo gritamos.
Queremos y amamos tu presencia salvadora. El que todo lo puede llenar de
dicha, de plenitud, es Jesús. Él es, consciente o inconscientemente,
objeto de todos los grandes deseos humanos. De día y de noche, esperamos
al Esposo que llega, como Santa María del Adviento, esperó con inefable
amor de Madre.
6) Si eres sacerdote: ¡Admira
y contempla! Nuestro Señor que nació en Belén nace cada día en el Altar
hasta que vuelva. Entre el pasado y el futuro se sitúa la presencia de
Cristo en su cuerpo total que es la Iglesia. Por la Iglesia, Cristo
interviene en la historia de los hombres y por ella penetra
progresivamente en el mundo. Cristo viene a las almas por medio de la
gracia en los Sacramentos, especialmente por la celebración Eucarística.
7) Si eres misionero: ¡Anuncia
al Salvador! El Señor con su nacimiento ilumina a los que andan en
tinieblas y en sombras de muerte. Abaja los montes y las colinas de
nuestro orgullo y levanta los valles de nuestros desánimos y cobardías.
Destruye los muros del odio que divide a las naciones y allana los
caminos de la concordia entre los hombres. Ábrase la tierra y brote la
salvación y con ella germine la justicia.
8) Si estás enfermo: ¡Él
puede curarte! Por muy hundidos que estemos tenemos la secreta
esperanza que de un modo o de otro encontraremos la salvación, porque
Dios piensa en nosotros y nos ama hasta el punto de darnos una y otra
vez a su Hijo Unigénito. Con Él no hay heridas, ni soledades, ni llanto,
ni tristeza, ni ansiedades, es Padre de los pobres y consuelo de los
afligidos.
9) Si eres padre o madre: ¡No
te canses de esperar! María y José esperando y preparándose para el
nacimiento de Jesús, tuvieron que ponerse en camino hacia Belén, con
dolor y alegría, con dificultad, rezando y hablando, llenos de
confianza. Siempre unidos. Se les cerraron las puertas y se fueron a
buscar donde pudiese nacer Jesús. Cuando se espera un hijo en la tierra
nace un estrella en el cielo y los ángeles cantan alegres la paz del
hombre en el mundo.
10) Si eres cristiano: ¡Reza
con nosotros Señor! Todo se ha cumplido. El Señor es más fuerte que el
mal para librarnos de todas las desgracias que encierra el pecado. Hemos
de permanecer alerta, y preparar nuestros corazones, para que el
nacimiento de su Hijo nos salve, ilumine las tinieblas de nuestro
espíritu, escuche nuestras súplicas, nos asista con su gracia y
celebremos el misterio de la Encarnación y nacimiento de Cristo.
EPÍLOGO: Te deseo que llegues a la Navidad, fiesta de gozo y salvación y
la celebres con alegría desbordante y vivas el misterio con corazón
humilde, adorando al que es el Señor del universo y de la historia.